―¡Ssshhhiii... sh-chist... tsé-tsé!
Hacer el
sonido del chasquido sin dientes físicos era condenadamente difícil. Antes de
conseguirlo, alguien le dio un empujón por detrás.
―¿Qué te
pasa, Skel, vas a estornudar?
Skel miró
con sorpresa a Tot.
―Pero, ¿no
estabas a punto de...?
―Sí, a punto
de que me descubrieran esos malditos sabuesos... tengo que pasarme por el
Departamento de Alteración Genética a ver cómo diablos se puede crear un
monstruo así, me vendría bien en mi próxima vida para veng... ―Tot comenzó a toser
como si tuviera faringitis crónica y dio las gracias al Infierno por tener un
compañero que no era ni la mitad de listo que él. Seguro que aún se estaba preguntando
qué era “Genética”―. ¿Dónde estábamos?
Ah, sí, los perros...
―Te iba a
avisar, pero parece que ya te diste cuenta de que habían olfateado tu presencia
y fuiste muy rápido teletransportándote...
―¿Que fui
rápido...? ¿Rápido te-teletranspor...? Sí, mira lo rápido que fui...
Skel se fijó
entonces en el mal aspecto que traía Tot: el casco partido por la mitad, un ojo
colgando de la órbita, un hombro dislocado, la pintura de guerra llena de
chorretones como si hubiera llorado y... le faltaba una bota. Y tenía un agujero
en el calcetín. ¿Y eso que le salía por la zona del ombligo eran las tripas?
―Y antes de
que lo preguntes, ¡¡NO FUERON LOS PERROS!!
Skel abrió
unos ojos como platos y agachó levemente la cabeza. Pareció hundirse un par de
metros en la tierra que pisaban, casi como si estuvieran caminando sobre arenas
movedizas... Tot vaciló un instante, tal vez no era mala idea dejarle que se
hundiera, pero finalmente recapituló y decidió ayudarlo, después de todo era un
amigo suyo... y además un Ángel de la Muerte.
―¡¡ARENAS
MOVEDIZAS!! No te muevas, Skel, si te mueves te succionarán hacia el interior,
te tragarán, se nutrirán de ti energía vital y acabarán destruyéndote.
―Tot, no me
muevo y me hundo igual...
Tot hizo
caso omiso de las quejas de Skel y se arrodilló junto a él y comenzó a apartar
las arenas movedizas con sus brazos, pero cuando volvió a mirar a Skel ya solo
se le veía de la cintura para arriba. El pánico le hizo mover sus brazos más
rápidos, pero cada vez estaba más cansado y no conseguía nada. Y encima Skel no
ponía nada de su parte, había cerrado los ojos y parecía ser presa de un sopor que ni los anestésicos más potentes eran capaces de inducir.
―¡Skel!
¡Lucha! ¡No te rindas ahora! ¡Skeeeel!
Tot comenzó
a sollozar porque a Skel ya solo se le veían las orejas, pero cuando ya le daba
por perdido Skel pareció despertar de un profundo sueño y comenzó a flotar como
un muñeco hinchable en el mar. Tot se tranquilizó y acabó sentado en la tierra
contemplando a su amigo como si fuera una aparición. Se rascó la cabeza
preguntándose dónde estaba el truco.
―¿Cómo lo
has hecho? ―preguntó.
―¿Cómo lo he
hecho? ¿Hacer el qué? ¡Ah! ¿Te refieres a salir? No sé, oí una voz que decía “No
te hundas”, y me dije “Vale, no me voy a hundir... de momento”. Es que pensé en
mi novio Rudy y en cuánto espera mi señal... no quiero defraudarle esta vez.
Además cuando me deprimo siempre me empiezo a hundir...
A Tot le
dieron ganas de sacudirle, pero se contuvo.
―Yo en
ningún momento dije “No te hundas”, sino “No te rindas” ―puntualizó con los
ojos entrecerrados―. ¿Estás seguro que esto no ha sido una trampa del
Cancerbero?
Skel le miró
desconcertado. Pensó durante unos interminables segundos en los que a Tot le
pareció escuchar un tic-tac en el interior del cerebro de su amigo.
―No. Quiero
decir... ¡no! Da igual lo que tú dijeras, lo que importa es lo que yo creí que
habías dicho... eso creo.
Tot suspiró
y trató de centrarse en lo que tenían entre manos. El escondite en el que se
encontraban había demostrado ser un refugio seguro y ni siquiera los perros
mutantes parecían ser capaces de seguirles hasta ahí, pero de todas formas solo
era cuestión de tiempo y burlar la vigilancia del Cancerbero era el punto más
delicado del plan. Con aire despistado se introdujo el duodeno y la parte
visible del íleon en el abdomen y según cosía y silbaba con destreza insuperable
―las dos cosas se le daban de muerte― frunció el ceño y trató de pensar cómo
seguir adelante.
―A ver,
acércame el plano, y no desesperes. Sujétamelo para que lo pueda ver mientras
acabo de cerrar mi herida. Vamos a hacerlo por mis pelotas. No tenemos mucho
tiempo, y es muy importante que seamos rápidos y que tengamos muy claro los
puntos clave del plan. Ya has estado antes en el astral, eres un veterano, y
sabes que cada vez que bajamos aquí nos la jugamos...
―Sobre todo
cuando es sin permiso ―añadió tímidamente Skel.
―Sí... sobre
todo cuando es sin permiso. Pero si fueran más comprensivos con las licencias y
excedencias no tendríamos que escaparnos como monos de un laboratorio... Explícame
una vez más cuál es tu idea.
Skel
recuperó su compostura al ver la seguridad y el coraje que Tot demostraba en
situaciones desesperadas (por algo había sido soldado en más de un vida), y juntó el
valor necesario para hacer lo que le pedían.
―A Rudy no
le gustaba celebrar su cumpleaños, decía que se ponía triste al recordar que
era un año más viejo... Detestaba las fiestas de cumpleaños sorpresa, las tarjetas
de felicitación, incluso los dulces. Así que decidí felicitarle antes de
que llegara la fecha exacta de su cumpleaños... pero cambiaba de día cada año para que
no se lo esperara.
Tot
carraspeó. Rudy se estaba poniendo demasiado melancólico para su gusto.
―Ve al
grano. ¿Qué tenemos que hacer?
―Un bizcocho
de chocolate.
―¿Un
bizcocho de chocolate? ―A Tot le llegó a la memoria un mazacote duro y negruzco
debajo de una montaña de nata montada y lacasitos de colores que había usado
para disimular el estropicio causado en una de sus vidas. La cocina nunca había sido lo
suyo... ni siquiera siendo mujer... ni concursante en un programa de
televisión. Por un instante se sintió tentado de volver a casa. Aquello se
ponía cada vez más feo... no lo iban a conseguir. De pronto reparó en la
sonrisa de Skel. Le había leído el pensamiento...
―Con el olor será suficiente. Cuando llegue a casa lo olerá y seguro que se acordará de mí.
―Con el olor será suficiente. Cuando llegue a casa lo olerá y seguro que se acordará de mí.
Tot dejó
escapar un suspiro de alivio. Usó su mano libre para marcar con una cruz el recibidor de la casa.
―Y además le
dibujaré un corazón en el espejo del baño cuando se duche. Eso lo solía hacer mucho
cuando estaba vivo... viva quiero decir, en este caso. Luego encenderé la
minicadena y haré que empiece a sonar “Unchained
melody”... era una de sus canciones preferidas. Y pétalos de rosa
comenzarán a materializarse en el aire y caerán sobre su cama cuando esté a
punto de dormirse. El número de pétalos de rosa será el número de años que
cumplirá en tres días, que serán... cincuenta y cuatro si no recuerdo mal.
A estas
alturas a Tot le estaban entrando arcadas. Lo único que le parecía bien era el
número de pétalos de rosa, pero en fin... un amigo es un amigo. Marcó con
sendas cruces el cuarto de baño y el dormitorio.
―Después
apagaré las luces y haré que se enciendan las de ambientación romántica... Creo
que aún guarda mi camisón rojo sexy en algún cajón: lo sacaremos y lo pondremos
en medio de la cama. Y entonces podemos meter otro olor: el de Chanel número 5
que me solía regalar él a mí. Luego...
―¡Basta!
¡Esto parece un poltergeist para matarle de un infarto en vez de dejarle un
pequeño mensaje! Además... ¿tú sabes la cantidad de energía que hace falta para
hacer todo eso? ¿Te has vuelto loco o qué? Y con el Cancerbero pisándonos los
talones que estará... Nada, te dejo que elijas un par de fenómenos, algo
rapidito y nos esfumamos. Nada de chorraditas innecesarias, ¿está claro?
Skel estaba
un poco decepcionado... pero ya se lo esperaba. No le había quedado otra que
intentarlo...
―¿Puedo
aparecerme? Eso sí, ¿no?
―En serio,
¿quieres matar a Rudy del susto?
―¡No! Quiero
que sepa que soy yo y que estoy bien...
―Pues tú
sabrás. Si sabes cómo hacerlo, tú aparécete y yo me encargo de los efectos
especiales.
―¡Hecho!
―Bien, en
cuanto consigamos despistar al Cancerbero, tú eres el que conoce el camino, así
que tú corres y yo te sigo, ¿de acuerdo?
―De acuerdo.
Tot cortó
con unas tijeras quirúrgicas el último trozo de sutura, se recolocó el hombro, se
metió el dedo en el ojo para volverlo a su sitio, se retocó la pintura de
guerra y se puso un nuevo casco... Ja. El astral. Sonrió con orgullo. A él le iban
a decir cuándo podía y cuándo no podía atravesar el astral. Ya era hora de
fundar un nuevo departamento: el Departamento de Turismo Ilegal al Astral.
Visita a tus familiares vivos por un módico precio... y que les den a esos
sabios barbudos “No-podéis-intervenir-en-los-planes-de-otros”.
Justo cuando
iba a salir del escondite un gruñido de un cruce de un cuarto de American Stafforshire, un
cuarto de Dobermann, un cuarto de Rottweiler y otro cuarto de algo
indefinido le erizó los vellos de la nuca y le paralizó todo su cuerpo
etéreo... o lo que fuera que tenía ahora. El aspecto del animal era
imponente... y las gotas de saliva que pendían de sus colmillos indicaban que
debía de estar hambriento. Si es que la tecnología alemana no fallaba nunca... por
eso los nuevos perros mutantes eran distintos a los anteriores.
Un punto de
la herida que acababa de coser se le saltó... pero por supuesto que no fue por miedo.
Fue por puro TERROR.
(continuará...)
(continuará...)
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