martes, 3 de diciembre de 2013

El Ángel de la Muerte (8).

 CONFERENCIA: LA MUERTE. ¿UNA REALIDAD?

- POR EL ÁNGEL DE LA MUERTE EMÉRITO: SHÉDEL -

―Pero, entonces, ¿la muerte existe o no existe?
―Nosotros sabemos que no ―contestó el Ángel de la Muerte Shédel―. Pero no importa lo que nosotros sepamos. Resulta que tenemos una malísima costumbre, y es que cuando nos encarnamos como seres humanos olvidamos el mundo espiritual, y cuando regresamos al mundo espiritual olvidamos lo que es ser humano… Y tan imposible es comprender desde aquí el miedo atávico que el ser humano tiene a la muerte, a lo desconocido, al final de su existencia… como difícil es para un ser humano comprender que su realidad no es real, que la muerte no es real, que el dolor es solo transitorio, que sus seres queridos nunca desaparecen. Lo fácil es verlo todo desde la barrera, como lo vemos nosotros desde aquí… ahora que hemos vivido incontables vidas y experimentado incontables muertes, nos parece que vivir es un juego de niños… y lo es, pero no cuando estás dentro de esa realidad y no eres consciente de que tus sentidos te engañan constantemente.
―¿Les engañan… o quieren vivir engañados? Tienen pistas por todas partes…
―Los seres humanos buscan seguridad. Creerán lo que sea si a cambio se les ofrece esa seguridad. Y se aferrarán a esas creencias cueste lo que cueste, antes de abrir los ojos a esa otra realidad que tienen al alcance de la mano pero que implica también cierto grado de duda, porque no confían en todos sus sentidos… no les enseñan a hacerlo. Pero ésas son las reglas del juego. Porque si supieran la verdad y no tuvieran miedo, tomar decisiones sería mucho más fácil. Para poder elegir tienen que existir los opuestos. Si todo fuera tan fácil como aquí, donde todo es claro como el agua y no existe la duda, ni la incomprensión, ni el temor, ¿dónde estaría el problema? La vida dejaría de ser un desafío, dejaría de tener sentido… Los seres humanos se empeñan en buscarle un sentido a la vida, cuando el único sentido que tiene es vivirla. Y vivirla según a cada uno le dicte el corazón. Nosotros, como Ángeles de la Muerte, debemos ser conscientes en todo momento de que para muchos humanos el fin de la vida es el fin de todo… piensan que se les ha acabado el tiempo cuando en realidad no es más que un periodo de diez minutos en la eternidad que aún tienen por delante. Y aunque hayan vivido muchas vidas, siempre van a pensar que ésa es la única que han tenido y la única que van a vivir… va a costar sacarles de esa ilusión y debemos ser comprensivos y pacientes, especialmente cuando la vida les es arrebatada de manera súbita o traumática. Es entonces cuando más confusos y aturdidos estarán, pensarán que aún siguen vivos, desearán regresar a la vida mortal… y debemos empezar a considerar que un alma retenida en el astral es un fracaso de los Ángeles de la Muerte.

Un murmullo de desaprobación recorrió a la multitud de Ángeles reunidos en el claro habilitado para la celebración de la conferencia.
―¿Y qué hay del libre albedrío? ¿No es un derecho intocable de toda alma? ―se dejó oír una voz anónima.
―¿Acaso he dicho que debemos pisotear ese derecho? No… no podemos obligar a nadie, pero estamos obligados a tratar de convencerlos por todos los medios de que deben seguir adelante. Nos llegan preocupantes informes de que el astral es ahora mismo como el metro en hora punta, se está superpoblando y eso no es bueno… no hay evolución posible en el astral.
―¿No deberían ocuparse de eso los guías espirituales? ―preguntó Tot. Se hallaba sentado en la quinta fila, con varios de sus compañeros dispuestos alrededor y Leuche a su izquierda.
―Mmm… Sé de los roces que hay entre guías y Ángeles de la Muerte, pero debéis entenderlos a ellos también. Acompañar a varios humanos a lo largo de todas sus vidas es francamente extenuante, podéis creerme… Aunque lo parezca, tampoco el suyo es un trabajo fácil. Debéis aprender a cooperar con ellos. Los guías espirituales tienen muy buenas intenciones, pero no todos son expertos en manejar almas recién fallecidas ni han experimentado todo tipo de muertes. En muchos casos necesitan nuestro apoyo y consejo, pero siento que nos hemos vuelto demasiado cómodos y nos limitamos a transportar a esas almas sin ni siquiera preguntarles cómo se encuentran. Y no, no se trata de eso… creo que en algunos casos nuestra mala fama es merecida.
Otro murmullo de desaprobación recorrió a la multitud. Sin duda algunos se sintieron dolidos por tal afirmación.
Leuche tocó el brazo de Tot.
―Es cierto… No recuerdo que tú me preguntaras cómo estaba ―susurró.
―Sshhh… ―Tot puso un dedo en sus labios.
―De hecho, te burlaste de mí.
―Eso no es cierto ―Tot fingió indignación―. Simplemente me produjo un gran placer ver que te era fácil recordar… Además, intentaste agredirme, ¿o eso lo has olvidado?
―Lo intenté porque te reíste de mí. Me preguntaste si estaba calentito en la hoguera…
Tot puso cara de póker.
―¿Te molestó? Era simple curiosidad… Hace tiempo que no sé qué es sentir calor.
― Sileeencioooo ―les llamó la atención Skel desde detrás.
La respuesta no convenció a Leuche, pero calló. El Ángel de la Muerte emérito seguía hablando. Estaba resultando una conferencia muy interesante.
―Sí, no se molesten por mis comentarios, señores Ángeles… Nos hemos vuelto demasiado orgullosos con esto de que somos imprescindibles y por mucho tiempo nos tuvieron miedo. Pero eso se acabó. Somos un cuerpo de élite, y como tal debemos dar ejemplo. Debemos ofrecer un servicio de calidad, dar a la muerte la importancia que tiene y tratar a las almas recién fallecidas como merecen. Recuerden que para los humanos la muerte es real, tan real como la vida misma… a nosotros nos es difícil ponernos en su lugar, y por ello debemos recordar nuestras propias muertes… Un Ángel de la Muerte no debe olvidar nunca su naturaleza humana, aunque suene contradictorio. Por cierto, me han dicho que les diga que al finalizar la charla encontrarán a su disposición los nuevos manuales de intervención para que los estudien y empiecen a ponerlos en práctica en sus próximas salidas. Deberán presentar informes periódicamente y serán evaluados para detectar errores y subsanarlos en el futuro. 
Alguien levantó la mano.
―Respecto a esto de ofrecer mejor servicio… ¿no sería mejor que hubiese ampliación de plantilla para que no tuviésemos que ocuparnos de más de un alma? Sobre todo en situaciones de emergencia, que es cuando más se necesita...
―Creo que los superiores están trabajando en ello, pero hay que tener paciencia… Como sabéis dedicarse a la muerte no está bien visto, ni en la Tierra ni en el mundo espiritual. Es nuestra cruz… gajes del oficio, muchachos. Aquí la muerte no existe… y en la Tierra solo pretenden ignorarla. Por mucho que les expliques que no puede haber luz sin oscuridad, bien sin mal, blanco sin negro, vida sin muerte… no lo entienden ―Shédel sacudió la cabeza con tristeza―. No lo entienden…
Se hizo el silencio y los asistentes a la conferencia esperaron, sin saber si el Ángel de la Muerte emérito había acabado o no. De pronto les miró fijamente con fuego en sus ojos.
―¿A qué esperan? ¡Tienen trabajo ahí fuera! ¡Sigan haciendo que me sienta orgulloso de ustedes! ¡¡Hasta la muerte y más allá…!!


Los Ángeles de la Muerte se miraron entre ellos y rompieron en aplausos y ovaciones al conferenciante. Nada les gustaba más que escuchar su lema y sentir la pasión y el orgullo por lo que hacían en sus corazones (o lo que fuera que tuvieran en lugar de corazón). Una descarga de energía irrumpía en el centro de su ser y percibían cómo se hinchaban sus cuerpos espirituales y adquirían un color dorado. Era una sensación indescriptible… Y solo ellos sabían todo lo que habían tenido que pasar para llegar hasta allí.

(continuará...)

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