lunes, 9 de diciembre de 2013

El Ángel de la Muerte (10).

Leuche hacía ruidos sorbiendo el batido con su pajita, mientras Tot aún contemplaba ensimismado su guinda verde. Seguía sin convencerle…
Entonces fue cuando apareció Skel, con el cabello revuelto, la camisa por fuera, sosteniendo malamente un vaso de cristal con un líquido difícil de identificar y tres cubitos de hielo que no dejaban de tintinear, más que nada porque Skel parecía tener problemas manteniendo el equilibrio.
―¡Hey, tíos! ―exclamó―. No creo que pueda esperar más… Dijiste que lo intentaríamos pasadas las vacaciones, Tot, las vacaciones ya pasaron y aún no me habéis dicho nada… ¿Qué pasa? ¿Acaso no os importo?
―¿Qué le pasa a éste? ―preguntó Leuche en un murmullo.
―Que su nivel de vibración está por los suelos… siempre le pasa cuando venimos a la cantina.
Tot se resignó a no disfrutar de su guinda y se levantó de mala gana, pasó una mano por los hombros de Skel y le susurró algo al oído, llevándoselo a la fuerza fuera del alcance telepático de Leuche… que por otra parte, era bastante reducido. Cuando volvías de una encarnación siempre llevaba un tiempo readaptarte y volver a utilizar tus sentidos con la misma eficacia. Aún así, Leuche no tardó en alcanzarles… y Skel no paraba de hablar. Al final se iba a descubrir el pastel… Y todavía no sabía si podía confiar en el achicharrado. Los guías espirituales le caían demasiado bien…
―¡Va a ser su cumpleaños! ¡Le prometí que le daría una señal! Han pasado… ¿cuánto? ¿Doce años terrestres? Y aún no he vuelto a darle esa señal… ―el tono de voz de Skel iba subiendo y se estaba convirtiendo en un lloriqueo insoportable. Casi parecía un asistente a un funeral… ¡y pensar que era un Ángel de la Muerte con dilatada experiencia! ¿Qué mosca le había picado?
―Tranquilízate, Skel… ¿No recuerdas aquella conversación que tuvimos sobre dejar que los de abajo cumplan su plan? ―le obligó a sentarse y le quitó suavemente la copa de la mano, se la pasó a Leuche para que él la hiciera desaparecer… y así de paso distraerle un poco de lo que su amigo estaba diciendo.
―Sí, lo sé… pero sé que Rudy lo está pasando muy mal… no termina de superarlo, y si yo apareciera quizá, quizá…
―Un momento. ¿Estás pensando descender a la Tierra? ―preguntó Leuche―. ¿No está prohibido?
Ya se tuvo que meter el entrometido…
―No ―negó rotundamente Tot―. No está pensando nada de eso, ¿verdad, Skel? Sabe que no debe hacerlo y no lo va a hacer, porque ya es mayorcito y sabe que no podemos intervenir en las vidas humanas salvo excepciones.
―Pero Tot, tú dijiste… ¡aauuu!
La descarga eléctrica que atravesó su pierna etérea hizo que los efectos de la bebida espiritual desaparecieran de repente, y entonces fue cuando recordó que no debía hablar de ello… no con recién llegados como Leuche. Leuche sospechó que algo estaban tramando, pero cuando miró a sus compañeros los dos le ofrecieron la mejor de sus sonrisas. Sonrisas más falsas que Judas… Pero decidió seguirles el juego.



―Yo lo intenté una vez… ―dijo.
―¿Que hiciste el qué? ―preguntó Skel, con los ojos muy abiertos. Tot suspiró y trató de darle un codazo, pero Skel adivinó sus intenciones y se apartó a tiempo.
―Ella se llamaba Rachel. Yo me llamaba George. Los soldados vinieron a casa a buscar a todos los jóvenes que pudiesen blandir un arma. No pude negarme, o deshonraría a mi familia por cobarde… Me dieron una espada mal forjada, un peto de cuero y un casco agujereado que me venía grande. Al tercer día estaba muerto. Y furioso. No quise irme. No quise dejarla atrás sin decirle que todo estaría mal… pero no me dejaron quedarme. La vi crecer y hacerse mujer… jamás me olvidó. Lo sé. Un día me escabullí y conseguí introducirme en sus sueños. En él aparecí con una armadura resistente y brillante, digna de un héroe… luchaba hasta que los enemigos me rodearon y no hubo escapatoria. Pero antes de morir besé el colgante que llevaba al cuello con su imagen, y le dije que siempre me acordaría de ella, que la muerte no podría separarnos… y que siempre la esperaría.
―Jo, tío…
Tot carraspeó. Miró para otro lado para que Leuche no viera las lágrimas a punto de desbordar en sus ojos…
―¿Sabes… sabes si funcionó? ―acertó a preguntar.
―No. Nunca lo supe. Vinieron a buscarme y me echaron la bronca del siglo… Sé que se levantó llorando y que estuvo pensando en mí unos días… pero seguramente creyó que solo fue un sueño. Acabó casándose con el mamarracho de los Cullighan… o Golligan, como diablos se llamaran… y a mí me tocó cuartucho de reflexión durante un mes.
―¿Cuartucho de reflexión? ¿Solo por un sueño?
Leuche asintió en silencio, profundamente afectado… en apariencia.
―Me dijeron que eso podía haber provocado que no se casara… y eso estaba en sus planes. ¡Pero yo no quería que se casara con ese engendro humano! ¡Tenía que haberse casado conmigo!
―Pero si tú ya estabas muerto… ―Tot hurgó en la llaga.
―¡Me da igual! ¡Estábamos enamorados! Si no hubiera sido por la maldita guerra…
Skel le alcanzó una nueva copa igualita a la que se estaba tomando él momentos antes, pero Leuche la rechazó.
―No, yo no bebo alcohol… al menos en estado espiritual.
Guardaron silencio unos instantes.
―Y tú… ¿por qué quieres bajar? ―dijo Leuche.
―Pues yo…
Pero Tot estuvo más rápido.
―Skel no quiere bajar, ¿verdad, Skel? Ya lo hablé hace tiempo con él… y quedamos en que se olvidaría del tema. Es peligroso y además se arriesga a que le encierren en el cuartucho…
―Me gustaría que fuera Skel el que respondiera, gracias ―dijo Leuche.
Skel dudó… y al mismo tiempo Leuche creyó percibir por el cuadrante correspondiente a los 120 grados de su visión panorámica a Tot negando repetidamente con la cabeza y haciendo aspavientos con las manos para que Skel no dijera la verdad. Después vio a Skel bajar los ojos y quedarse mirando fijamente el suelo. Parecía tan abatido como cuando llegó.
―No, no quiero bajar. Lo he pensado mejor.
Leuche también vio el pulgar hacia arriba que le había mostrado Tot, pero ya lo había escondido cuando se volvió a mirarle.
―Es lo mejor para todos ―afirmó Tot.
―Sí. Lo mejor… ―concedió Leuche.
Creían que podían engañarle. Inocentes…

(continuará...)

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