lunes, 11 de noviembre de 2013

El Ángel de la Muerte (6): Burning down.

Una gota de sudor resbaló por su frente. Acuclillado en el suelo, en el rincón más apartado de la puerta, agudizó el oído. Por fin llegaba el amanecer. Una tímida claridad grisácea comenzaba a colarse por las ranuras que dejaba la madera con la que estaba construido el granero. Olía a heno, y el polvo flotaba en el ambiente. Nada había roto el silencio aún, más que los crujidos, el canto de un gallo, y algún que otro zumbido de insecto sin identificar. Si había logrado pegar ojo, no era capaz de recordarlo. La necesidad de permanecer alerta le había hecho olvidar hasta el rugido en su estómago: el hambre y la sed se habían hecho secundarios cuando lo que estaba en juego era su vida.

¿Qué iba a hacer ahora? ¿A dónde dirigirse? Ya se había deshecho de la mayor parte de sus ropas ensangrentadas, solo le quedaba la camisa, pero no tenía nada con que sustituirla. El agua había eliminado los restos de su rostro y cabello, pero aún quedaban costras adheridas en la piel de su manos y por mucho que frotaba no desaparecía el tinte rojizo. El ladrido de los perros le había obligado a correr de nuevo y no había podido dar por finalizada la tarea en el riachuelo. Confiaba que a los vecinos les había pasado desapercibido el deambular de un extraño ya pasado el ocaso. Tenía comprobado que el comportamiento habitual en estos casos era bajar la cabeza y apretar el paso, no fuera que solo por mirarle a los ojos, el Diablo les robara el alma.

Estaba agotado… pero los latidos de su corazón no se habían hecho más lentos ni más débiles. Contaba los segundos que le acercaban a la huida, moverse siempre traía más esperanza que quedarse quieto. Calculaba que en un par de días podía estar cerca de la frontera… cerca de la libertad.

Entonces la oyó. Una voz, clara y contundente, como una orden. Golpes de madera contra madera en la entrada, hacia donde se dirigió de un salto preguntándose qué ocurría. De pronto, martillazos repetidos que le retumbaban en los tímpanos… y más voces, muchas voces de hombres y mujeres, algunas al otro lado de la pared, otras más lejanas, pero entre ellas se distinguían con claridad las palabras “asesino” y “monstruo”. La sangre se le heló en las venas.

Corrió a la parte trasera, cerca del montón de paja donde había pasado la noche. Ahí el ventanuco no estaba muy alto y podría alcanzarlo con una escalera... tenía que haber alguna en algún lugar. Ahora ésa era la única salida… no estaba seguro de que su corpulencia le permitiera pasar por ella, pero tenía que intentarlo. Antes de llegar escuchó el sonido del cristal rompiéndose en mil pedazos, y cuando consiguió llegar vio la tea encendida caer desde lo alto y prender en la misma paja que se iba a convertir en su lecho de muerte. Se detuvo en seco y sintió cómo el sudor frío bañaba todo su cuerpo. Una escalera, ¿dónde había una escalera? Pero las llamas ya eran altas y no podría atravesarlas sin quemarse... No había agua. Ni tan siquiera una manta con la que sofocar el fuego. Las herramientas esparcidas por el granero no le servían de nada, no podría echar la puerta abajo con ellas... y aun si eso fuera posible, caería en manos de la turba enloquecida que le matarían en el acto. No llegaba al ventanuco... tuvo que esquivar otra tea que casi le deja sin cara. Derrotado, las lágrimas acudieron a sus ojos y allí permanecieron, al mismo tiempo que toda su vida se volvía borrosa y la impotencia acababa con sus últimas esperanzas. Cayó de rodillas y decidió que no iba a luchar más.

Atrapado. Había quedado atrapado por su propia estupidez. El fuego no tardó en extenderse por todo el almacén, no faltaron las teas que lo alimentaron ni el combustible para arder. Imposible escapar… mucho menos cuando ya había perdido la voluntad de vivir. Los dedos del asfixiante humo pronto comenzaron a cerrarse alrededor de su garganta, al tiempo que las lenguas rojas empezaban a lamer y chamuscar su piel… No le importaba… no demasiado. Su tediosa e insignificante vida llegaba a su fin. Nadie a quien recordar en sus últimos momentos, nadie que le recordaría a él una vez muerto. Una historia que ni siquiera merecía ser contada.

Todo se volvió negro.


Las toses le sorprendieron. Las toses… y sobre todo, la ausencia de dolor. Aún quedaba un poco de fuego en el centro del granero, y la muchedumbre estaba impaciente por que destruyeran la estructura de una vez (o lo que quedaba de ella), pero el calor les impedía acercarse y de todos modos las autoridades locales ya habían llegado también, apartando a la gente y tratando de tranquilizarla. ¿Pero qué había ocurrido? Si él estaba fuera… ¿a quién seguían buscando ahí dentro?
Una sombra surgió del humo, haciendo un movimiento con la mano para apartarlo. Se acercó a él con ojos brillantes y una sonrisa de fascinación en sus labios.
―¡Impresionante...! Siempre he querido ver un fuego desde dentro… mira tú por dónde hoy se me ha cumplido un sueño.
El asesino… o más bien, supuesto asesino… bueno, para ser totalmente exactos, el ex-supuesto asesino, giró su cabeza hacia la izquierda intentando localizar a la persona con la que hablaba este extraño sujeto que no conocía de nada. Llevaba unos pantalones de color gris oscuro y una camiseta negra con un dibujo bordado en el bolsillo superior izquierdo con lo que parecía un ángel oscuro con alas negras. Los colores del dibujo eran brillantes y parecían cambiar según les diera la luz del sol, como un holograma. No… era mejor que un holograma. 
―¿Qué? ¿Se estaba calentito ahí dentro?
¿Le estaba mirando a él? ¿Y se estaba burlando?
El puño que le lanzó le atravesó y perdió el equilibrio. Estuvo a punto de caer. Un momento, ¿qué había sido eso?
―¡Ja ja ja ja! Ya lo que me faltaba, ahora voy a tener que cobrar un plus por peligrosidad… ―rió Tot―. Veamos, deja que te cuente… A partir de ahora ya no puedes usar la violencia. Ya puedes ir aprendiendo otras formas de hacer las cosas.
El hombre le miró confuso. Y de pronto la luz se hizo en su mente.
―Un momento… ¿estoy muerto?
―¡Ja ja ja ja! ―aquél día Tot se había despertado risueño―. No está mal… no ha hecho falta que te lo diga yo. ¿Quieres ver tu cadáver?
Pareció pensárselo un segundo. Miró al granero y a toda la gente queriendo comprobar que había muerto de verdad y le dio pereza. Y pareció recordar enseguida… extraño, teniendo en cuenta los últimos casos que había tenido que llevar.
―No. Ya lo he visto antes. En numerosas ocasiones. También quemado.
―¿Alguien de quien quieras despedirte? ¿Un último deseo antes de comenzar la ascensión?
Negó con la cabeza.
―Creo que estarán contentos de perderme de vista.
Tot asintió en silencio, con mirada grave y ahora más seria. Sabía lo que era eso.
―Bien. Entonces, en marcha.

(continuará...)


BURNING DOWN

So this house is now on fire 
Let me warm myself 
The flames no longer burn me 
There's no danger to my health 
I can see the falling cinders,
making ghosts upon the ground 

This place is the story of my life, 
and I see it, I see it burning down!

Not much time left now, 
before my final bow 
I'll let the fires rage, 
so I can clear the stage 
I need to purify if I am going to rise 
Into a different place - into a different state

This place is the story of my life, 
and I see it, I see it burning down!

Not much time left now 
before my final bow 
So I must clear my head on any doubt or dread 
I need to sanitise if I am going to rise 
Into a different place - into a different state

All signs are gone now of my previous existence 
All signs are gone now of my relevance significance of worth

When this fire is truly over, 
there is nothing to be found 
This place is the story of my life,
 and I see it, I see it burning down!

All signs are gone now of my previous existence 
All signs are gone now of my relevance significance of worth 
All signs are gone now of my tedious existence 
All signs are gone now of my innocence my childhood or my birth 
All signs are gone now of my previous existence 
All signs are gone now of my presence here or consequence on earth

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