viernes, 8 de noviembre de 2013

El Ángel de la Muerte (3).

Unos nudillos golpearon el cristal esmerilado de la puerta de su despacho y súbitamente Tot se incorporó, abrió el cajón y barrió con su antebrazo todos los soldaditos grises y verdes que estaban estratégicamente situados en su mesa, incluyendo los dos tanques y el Messerschmitt listo para despegar del hangar imaginario. Recorrió el campo de batalla con su mirada para comprobar que no había quedado ninguno escondido, cerró el cajón, cogió una libreta y un lápiz y los situó frente a él. Luego, aparentando aburrimiento, dijo:
―¿Sí? Adelante…
La puerta se abrió y apareció su compañero Skel, aún más taciturno que de costumbre. Se dejó caer en la silla libre que había al otro lado de la mesa.
―Jo, tío, no sabes la que se nos avecina.
Tot le observó largamente, sin creerle del todo. Skel era siempre muy pesimista. Alargó lentamente su mano hasta tocar el emblema del Ángel en el uniforme de su compañero. Se estaba despegando por una esquina y Tot la apretó ligeramente para ponerla bien. No lucir un uniforme impecable era considerado una falta leve. Eso era indigno de un Ángel de la Muerte. Skel miró qué estaba haciendo.
―Ah, sí… Pasa a veces. Sobre todo cuando estoy… bajo de ánimos.
―¿Bajo de ánimos? ¿O acojonado? - Tot era un especialista en detectar cómo se sentía la gente.
Skel entrecerró sus ojos.
―No pretendía engañarte… Puede que sean las dos cosas.
―¿Y eso?
―Tío, tú nunca has estado en una de estas operaciones…
Eso le puso en alerta. ¿Operación? Eso no sonaba a sus misiones rutinarias… sonaba a un marrón en toda regla.
―Cuéntame más, estoy impaciente.
Skel trató de crear suspense con un silencio algo más prolongado de lo normal y una expresión tenebrosa en su rostro. Bajó la voz.
―Se rumorea que Kette nos va a enviar a una batalla en el siglo XIX.
Tot frunció el ceño, pensativo.
―¿Hay suficientes Ángeles para eso?
―Ha convocado a brigadas de otros sectores… pero hay mucho trabajo últimamente. Se espera que el ratio esté próximo a 10:1.


Por primera vez en la conversación Tot se quedó impresionado de verdad.
―¿Diez a uno? ¡Eso es una locura! ¿Y en una batalla? ¿Donde los brazos y las piernas vuelan constantemente, los cañonazos desintegran los cuerpos, hay balazos a diestro y siniestro, degollamientos y horca para los prisioneros de guerra?
―Pensé que no habías estado en ninguna batalla…
―No, muerto no… quiero decir, estuve vivo y acabé muerto… pero nunca estuve como Ángel… ¡si ya lo sabías!
―Pues eso. Diez a uno…
―No puede ser… ¿no se habló de ir a la huelga? Estos recortes en el personal están llegando a un extremo que no es normal… Además, piensan enviar a un montón de novatos por lo que veo, ¿no?
―No hay más remedio. Dicen que hace años era aún peor y nadie se quejaba…
Tot sacudió la cabeza.
―Así es imposible dar un servicio de calidad.
―El problema es que nadie quiere hacer nuestro trabajo…
―Bueno… ¿y cuándo va a ser esto de la batalla?
Skel buscó con la mirada en la mesa de Tot y cogió el calendario. Al hacerlo, algo cayó al suelo y se agachó para cogerlo. Luego extendió una mano hacia Tot y le dio un soldadito gris que empuñaba un fusil MP40, sonriendo levemente. Tot ignoró su sonrisa y Skel no dijo nada. Estudió el calendario y contó con los dedos los días que faltaban.
―El viernes.
―¿El viernes? Joder… ¿no podía ser un lunes para no amargarnos el fin de semana?
Skel negó con la cabeza.
―Ya sabes que estas cosas ocurren cuando tienen que ocurrir.
―¿Y por qué en el siglo XIX? ¿Es imaginación mía o va a ser especialmente sangrienta?
―Sospecho que quieren meternos caña… Quizá se aproxime algo peor, y quieren que estemos preparados.
―¿Pero en el siglo XIX? Ni que no lo hubiésemos visto ya…
―No es lo mismo hacerlo desde el otro lado.
Tot suspiró. La mala leche comenzaba a arderle en las entrañas. Y además… no estaba seguro de estar preparado para algo así. Lo máximo de lo que se había ocupado era de tres almas al mismo tiempo. Y la mayoría de las veces había sido con un compañero. ¿Diez almas? ¿Todas sufriendo muertes traumáticas? ¿Confusas, perplejas, llenas de odio y pavor? Pensó que iba a echarse a temblar y que sus huesos iban a castañetear como hacían los de Skel en ocasiones… Se reían mucho de él, y frente a él… él ya lo tenía asumido y no le importaba porque les hacía reír. Skel era un gran tipo. Y en esto tenía más experiencia. Esperaba que estuviese cerca el día de la batalla. Lo iba a necesitar como apoyo psicológico.
Como Tot se había quedado pensativo, Skel decidió dejarle solo.
―No te preocupes, Tot. Va a haber una sesión preparatoria… creo que mañana.
Tot asintió en silencio. Vio a Skel dirigirse a la puerta, pero antes de cerrar, añadió:
―Sabes que todo el mundo está al tanto de que juegas con tus ejércitos de plástico, ¿no?
El soldadito era tan pequeño que ni siquiera alcanzó a golpear contra la puerta… pero sí pudo sorprender la sonrisa burlona en la cara de su compañero. Y él que creía que los tenía engañados a todos… 

La noticia le había amargado el día. No… intuía que la batalla no le iba a gustar. Ya lo había vivido antes… en una época antigua y oscura, casi olvidada, cuando estaba encarnado en un cuerpo físico… además de verse rodeado de la muerte más cruel, le iba a traer recuerdos, amargos recuerdos…

(continuará…)

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