jueves, 7 de noviembre de 2013

Buscando el silencio.

Ojalá pudiese escuchar más el silencio. Ojalá tuviese la oportunidad de orbitar alrededor de la Tierra como comentaba hace unos días y pudiese escuchar ese silencio antinatural al que se refieren los astronautas. A veces siento como si lo echase de menos, como si recordara con nostalgia un futuro que aún no he vivido, igual que recuerdo un pasado que parece olvidado sin estarlo.

¿Por qué hay gente que se duerme escuchando la radio? ¿Por qué hay gente que se echa la siesta con el televisor encendido? ¿Por qué lo primero que hace mi pareja cuando entra en casa es poner las noticias para amargarnos la comida con catástrofes, homicidios, pobreza, y, lo más importante, el tiempo meteorológico?

Luego escucho cada día más que muchas personas padecen de ansiedad, y encima se sorprenden… No nos damos cuenta de que vivimos saturados de información y de aparentes problemas que ni siquiera nos conciernen. Nos alteramos si la conexión a internet va más lenta de lo que debería o nos pasamos los minutos pendientes del último wassap, no sea que nos perdamos algo que en realidad no tiene la más mínima importancia.

Y mientras, la vida se nos va, empeñados en vivir al minuto, pero sin detenernos ni un segundo a saborear los alimentos que tenemos delante (porque estamos leyendo los titulares del último tiroteo acaecido en Estados Unidos), o sin acariciar las páginas del libro que estamos leyendo (porque ahora los guardamos en un trasto electrónico con botones), o sin sentir la tinta del bolígrafo fluir por el papel (porque creemos que las teclas son más rápidas), tampoco nos detenemos a contemplar la puesta de sol… y ni siquiera nos damos cuenta de que nuestro hijo nos necesita… porque parece feliz jugando a Assassin’s Creed.

¿Será que la gente tiene miedo del silencio, igual que antes teníamos miedo a la oscuridad, antes de que inventáramos la luz eléctrica? ¿Será que si todas las voces parloteantes, la música sin ritmo ni armonía algunos, los ruidos de los bombardeos en ciudades distantes y extrañas, callan de pronto, descubriremos que no tenemos nada que decir? ¿O que lo que tenemos que decirnos a nosotros mismos no nos va a gustar y preferimos ignorarlo? ¿Tiene la gente miedo de escuchar a su corazón?


Yo no puedo vivir sin el silencio. Siento que la vida me lo ha robado. Quise estar callada y pensaron que me pasaba algo malo. Y ahora que hablo, siento que no me escuchan. Solía hablar mucho conmigo misma, pero he perdido el hábito y ahora me cuesta comprenderme. Los de fuera quieren respuestas, y las quieren ya, y por alguna extraña razón esperan que yo se las daré, cuando lo único que tienen que hacer es cerrar todas las puertas y buscar la soledad. La soledad, la oscuridad y el silencio. Sentarte con tu alma y conversar de tú a tú con ella, preguntarle qué es lo que te ha ocultado todos estos años, por qué te engañó y por qué te ha conducido hasta aquí.

Tenemos miedo porque creemos tenerlo todo bajo control, cuando ni siquiera nos conocemos a nosotros mismos. Nos cuesta enfrentarnos a la verdad porque queremos creer que somos perfectos y hemos alcanzado el éxito, cuando en el fondo sabemos que seguimos siendo unos niños asustados de la oscuridad y del monstruo que habita en el armario.

Las voces, los sonidos, las imágenes, las frases hechas, los estímulos sensoriales continuos, desvían nuestra atención, y nosotros nos dejamos distraer. Pero poco a poco la tensión va en aumento, porque nos olvidamos de que no vinimos aquí para dejar el tiempo pasar, sino para extraer todo el jugo a la vida, y nuestra alma, amordazada y vilipendiada, quiere ser escuchada. Vivir plenamente significa ser conscientes de quiénes somos, de por qué hemos vuelto, de lo afortunados que somos por poder sentir otra vez los rayos del sol calentando nuestra piel, por poder saciar nuestra sed con el zumo de una naranja, o por poder abrir los ojos una mañana más.

Y también por poder escuchar el silencio… ser capaces de observar cómo transcurren los minutos y sentir cómo late nuestro corazón (herido o no), de recordar esa sonrisa que tu amigo ha hecho aparecer en tus labios sin ni siquiera saberlo y ser conscientes de que eso es lo único que vale en la vida.

¿Existe el silencio? Incluso en medio de la noche siempre puedes oír una ráfaga de viento o el tic tac de un reloj. En la profundidad de una cueva, en compañía de otras personas, nadie aguanta callado más de cinco minutos, no sea que oigamos algo que no queremos escuchar. Sin embargo, yo muero por volver a escucharlo. Muero por detectar en el silencio las voces de aquellos que fui y que aún necesitan gritar, y de todos aquellos que me acompañaron y aún necesitan reprocharme lo que hice o dejé de hacer. Muero por contactar con los ecos que quedaron en el aire de otros tiempos, otros lugares… y por escuchar aquellas voces que la violencia detuvo en sus gargantas para siempre.

Tal vez la eternidad me esté llamando a mí también, y no me entero de su llamada porque este griterío incesante me impide acudir a ella.

En cualquier caso, estoy perdida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...