jueves, 9 de mayo de 2013

Más allá del horror.

Querido amigo I.:

Dudo mucho que estas líneas lleguen algún día a tus manos. Probablemente nadie sabrá que en sus últimos días una más de tantas víctimas invirtió lo que le quedaba de sus fuerzas en intentar que la galaxia entera se diera cuenta del terrible error que la Humanidad volvió a cometer. Ya es demasiado tarde. Ya nada queda.

No quiero pensar dónde estarás ahora ni cómo te encontrarás... si aún te queda memoria para acordarte de cómo era mi rostro o el sonido de mi voz, o si tu mente decidió descolgarse del mundo para no ver cómo se destruye poco a poco. Sabes... cuando los dos trabajábamos de policías, como compañeros, y temíamos siempre que nos separaran y termináramos cada uno en una estación espacial distinta... entonces pensaba que si se daba la remota posibilidad de que estallara una guerra, estaría preparada para ella. Tú y yo habíamos visto muchas cosas y habíamos pasado por múltiples situaciones en las que la muerte siempre estaba presente. Pero una vez tras otra habíamos conseguido sobrevivir, y eso nos hacía ser optimistas respecto al futuro. Ahora me río amargamente de aquellos pensamientos. La idea de una guerra, en pleno siglo XXIII, cuando tantos logros habíamos conseguido en años anteriores, era muchas veces ridícula. ¿Quién iba a imaginar lo que sucedería después?

El universo entero se nos vino encima. Parecía que acabáramos de nacer: todo lo que nos habían enseñado, lo que habíamos aprendido con el paso de nuestros días; nuestros ideales, nuestros sentimientos respecto a los hombres y lo que éstos habían llevado a cabo... ahora eran inútiles mentiras. Me vi envuelta en un horrible e inexplicable odio que llevaba a las personas a perseguir y matar a otras sin ninguna razón clara. Aún no he conseguido averiguar contra quién luchábamos, ni tampoco en qué bando estábamos... si es que de verdad reparábamos en eso.


Y entonces nos separaron, y perdí lo único que me quedaba. Pensé que tarde o temprano nos volveríamos a encontrar, como siempre había ocurrido antes. No me di cuenta de que esto era distinto. Lo que se iba, lo que era destruido, lo que desaparecía, ya no volvía nunca más. Pero aún tenía esperanza para desear que volviera.

Lo que más me ha dolido durante todos estos años es que nos hicieran prisioneros con toda la gente que conocía desde que era casi una niña, personas con las que había compartido ratos aburridos, agradables, desagradables o divertidos, días malos y días buenos. Gente a la que veía todos los días. Allí estaban... y allí vi cómo sucumbían al dolor y a la desesperación. Éramos policías. No habíamos sido preparados para la guerra. Nadie está preparado nunca para la guerra. Y muchos de ellos eran chicos y chicas que apenas habían empezado a vivir. Solo entonces conocí el miedo... el verdadero miedo.

Intenté escapar. Solo me ayudó un hombre al que no conocía. Solo a él le quedaban fuerzas para hacerlo. Lo mataron. Ése fue mi primer gran error. Pero gracias a él supe quiénes estaban a mi lado y quiénes no. Me ayudaron mucho G.F. y L.P., y O.P... y algunos otros, aunque ya no sirvió de nada. Total: ¿para qué escapar? No había ningún sitio adonde ir. Ya no podíamos ir a un lugar tranquilo y mirar el cielo y suspirar aliviados porque las estrellas seguían allí.

Poco a poco han ido cayendo muchos. Hace mucho que perdí la esperanza. Ni siquiera tengo fuerzas para llorar cuando alguien muere. Te echo tanto de menos... Tú quizás habrías logrado que no me rindiera tan pronto. Pero desde aquel día no he sabido nada de ti, y dejaste un gran vacío en mi corazón, un vacío que ha crecido a lo largo de los años. Daría lo que fuera por volver a estar contigo en la estación, y ser de nuevo policías. Nosotros habíamos elegido aquel tipo de vida; habíamos asumido el riesgo de lo que nos podía pasar. Pero esto nos fue impuesto sin pedirnos opinión. Nadie pensó en los que querían seguir viviendo en paz. No se parece ni a las peores pesadillas. No puedes despertar y huir de ello. Pero ya, ¿a quién le importa?

Han destruido lo bueno que tenía mi vida. Me estoy quedando sola, sin nada en que pensar, sin nada por lo que merezca la pena abrir los ojos cada mañana. Mi mano tiembla al escribir y no me reconocerías si me vieras en este lamentable estado. Pero el fin se acerca. Esto será lo último que haga con un importante objetivo. Así que me despido, I. Espero encontrarte en la otra dimensión.

[Escrito en Septiembre de 1994, cuando tenía 19 años de edad. Hoy se lo dedico a Katrina... y a Johann].

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...